miércoles, 13 de julio de 2011

Fue un diecisiete de Julio.

Nefasto diecisiete de un soleado mes de julio allá por 1936, un cálido y deslumbrante amanecer, un amanecer que hace setenta y cinco años sembró de rojas amapolas los pueblos y tierras de la roja España, fue un día en el que hasta el sol no debiera haber salido, ante la barbarie que se cometía, la atroz crueldad de unos fanáticos sin corazón, movidos por el odio y la intolerancia, el brillo del oro y el fanatismo religioso.
Esta por llegar, y pasara, sin apenas ruido, sigilosamente, y ese sigilo puede que sea o siga siendo preludio de muerte, una muerte que sigue ahí agazapada, esperando la ocasión propicia para matar, seguimos en el punto de mira de la intolerancia, de un fanatismo que ha llevado a la tergiversación de la justicia, al uso partidista del llamado patriotismo, por esos, los herederos de aquellos otros de igual pensamiento, fanáticos que sembraron la muerte en las tierras de España.
Hace setenta y cinco años pero para hermanos, madres, hijos solo han pasado cinco minutos, siguen ahí esperando,que alguien pida perdón. por el hambre y el genocidio de todo un pueblo. Por todo ello algunos hace años corrimos delante de los grises, sacrificamos la juventud y los estudios, otros sus trabajos y todo por la libertad que nos había sido robada, arrebatada, por la verdad que no había sido contada.
Con la llegada la democracia,se nos abrieron los cielos, mas después de treinta y tres años nos sentimos solos, incluso hoy en el 201l, si solos,, una soledad que duele mas, pues es un signo de olvido, y no podemos olvidar, no debemos de olvidar, memoria y recuerdo, recordar los porqués, aunque nunca serán suficientes, nada es suficiente para explicar todas y cada una de esa muertes, que ocurrieron durante cuarenta y tres largos años de oscuridad, y que aun siguen impunes.
Recuerdo, recordare y reviviré mil veces y aun mas a esa madre,a ese hermano, a ese amigo al que conocemos, a esos cuyo coraje les mantiene, les ha mantenido incolumnes, y recordare como miraba mi abuela, como miraba con eso ojos limpios, centelleantes a su alrededor, como buscando, siempre buscando, manteniéndose tranquila, entera, con esa fuerza que solo las madres españolas tienen ante la muerte..
Si, han pasado setenta y cinco años, lo ha hecho sin casi darnos cuenta, agobiados por el día a día, como esperando que alguien levantara su puño y su voz por todos los muertos, fue un uno diecisiete de julio, una mañana en la que hasta los ruiseñores dejaron de cantar en los paramos de España, ¿puede ser que algún día de nuevo lo hagan?

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