martes, 12 de abril de 2011

No son dioses, solo son hombres.


Los jueces al fin y a la postre son hombres, como tales son imperfectos, y como no siempre, siempre toman partido, aunque proclamen a los cuatro vientos su llamada imparcialidad, no se puede ser parcial por la sencilla regla de tres de que todos tenemos y usamos la razón, aunque algunos, nosotros los legos en leyes la usamos a la luz de esa ley natural que todos llevamos impresa en nuestras conciencias que nos hacen distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, otros utilizan los vericuetos legales como el laberinto del Minotauro.
Cuando un país nace a la democracia después de una larga dictadura, al contrario que aquella no depura y aparta como apestados a aquellos que han sido necesarios elementos para su mantenimiento, incluso en la misma generosidad de la recién nacida no les exige renieguen de los principios en los que creen y que rigen sus actos y vidas, a la larga esa generosidad se demostrara que es un error, un grave error, que ira mermando la confianza del pueblo en la misma esencia de la justicia.
En el caso del Juez Garzon lo justo y lo injusto chocan como dos trenes a toda velocidad, pues mientras la recta razón de los ciudadanos a la luz de la ley natural nos dice que toda la actuación del mismo en el caso Gurtel es correcta, y encomiable, al parecer a la luz de esa otra Ley y de acuerdo a la subjetiva interpretación, opinión o creencia de un solo hombre se convierte en incorrecta y punible,todo este embrollo quedaría totalmente aclarado si desde el principio no se les hubiera negado a los encargados de interpretar los hechos humanos a la luz de la Ley, de impartir Justicia la posibilidad de estar afiliados como cualquier ciudadano a un partido político,no estaríamos hablando en este momento de jueces conservadores y jueces progresistas, que sin ser, son militantes anónimos, un verdadero esperpento.
Se requiere una reforma que aporte luz, no son dioses aquellos que interpretan la Ley, todo lo contrario solo son hombres y por ello sujetos al partidismo que nace de sus conciencias, si ese partidismo fuera publico y notorio se verían obligados desde su libertad y su conciencia no solo a aparentar poseer la virtud de la imparcialidad, si no serlo de una forma tan exquisita y notoria que no quedara ningún resquicio de duda en todas y cada una de sus decisiones, lo que reforzaría la confianza perdida, y tal vez a su luz el caso del Juez Garzon habría sido ya sobreseído.

No hay comentarios:

Publicar un comentario