Y allí detrás de la ventana viendo como anochecía y tu no llegabas, las farolas municipales se acababan de encender y el camino que bordeaba el jardín seguía vacío, cogí el móvil que acabe estrellando contra la pared, estaba mas que harto de su metálica voz de ordenador:el numero a que usted llama esta apagado o fuera de cobertura, dita sea, de nuevo a la ventana, encendí un cigarro, narices si yo no fumo, grite fuera de mi, y lo rompí en mil pedazos, era desesperante habíamos quedado a los ocho de la tarde,yo había llegado a las ocho menos cinco, eran las nueve y ella no llegaba, busque los mensajes en las redes sociales, en los e-mails, nada, vacío absoluto, empece a dar vueltas como un gorrión enjaulado, no arroje el ordenador por la ventana porque conté tres y respire hondo, me derrumbe en el sofá, y si no llore fue la misma desesperación que corroía mi alma, al final dieron las nueve y media en el reloj de cu-cu de la pared, le arroje un zapato con tan buena suerte que lo derribe, hurra, me levante despacio, aun mas despacio que un anciano de ciento veinte años y me dirigi a la habitación, ahora que lo pienso la luz esta encendida, abrí la puerta y mis ojos se abrieron mas que las puertas del Corte Ingles en las rebajas, ni que decir tiene que la mandíbula se me desencajo, y no caí de espaldas porque estaba pegado al picaporte cuando ella desde la cama con su voz de ángel y una sonrisa me dijo:ya era hora llevo esperándote mas de dos horas, donde te habías metido, tu móvil no respondía, cerré la puerta muy despacio casi convertido en un pequeño gusano.
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