lunes, 21 de noviembre de 2011

El pueblo no se engaña, lo engañan.



Hemos sido demasiado ingenuos, hemos sido confundidos por aquellos que dicen ser sabios, y en su error hemos abundado, pues no es símil progresismo de socialismo, aunque el primero en lo social no puede existir sin el segundo, en el progresismo a cada hora que pasa se abren cada vez mas profundos abismos entre las clases, ya no solo entre empresario y trabajador, si no incluso entre los mismos trabajadores, aquellos privilegiados que por sus sueldos se codean con los patronos pronto se olvidan de aquellos cuyas manos se encuentran agrietadas por el sol y la lluvia, por el negro carbón, por la sal del mar, y mientras ellos se enriquecen la mayoría se empobrece, y así los financieros, los capitalistas, duermen tranquilos sabiéndose protegidos por esos mismos que se han medio enriquecido a su sombra, esos para los que el socialismo genuino es su propio enemigo, ellos y no otros son los culpables de su propia derrota, pues los patronos, la derecha a esos que les sirven tampoco los desean como amigos o iguales, aunque tengan un mismo fin, un mismo dios, las treinta monedas de plata, esas que sirven para traicionar al pueblo.

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