jueves, 3 de marzo de 2011

De lealtades.

Siempre cuando el derrumbe de un imperio, reino, dictadura o gobierno se hace inminente y surgen las primeras deserciones entre aquellos que lo mantenían, se utiliza el discurso siempre repetitivo de la lealtad debida, exigiéndola a los demás correligionarios aquellos que han sido los pilares sobre los que se ha mantenido el líder, a sabiendas que la caída del mismo inevitablemente les arrastrara mas pronto que tarde, aunque algunos pretendan refugiarse en fortaleza o bunkers esperando que sus fieles puedan salvarlos, pero sus “fieles” ante el desastre puede que sean los primeros en desertar, esperando encontrar un nuevo capitán con el que intentar conseguir una nueva victoria, pirrica victoria si no es la libertad ,la igualdad y la solidaridad el premio a la misma.
En democracia solo puede existir una lealtad, la lealtad al pueblo soberano, a sus necesidades, a su futuro, no cabe ni por un momento exigir la lealtad para aquellos que han sido elegidos por el mismo y han perdido la confianza en ellos depositada, esa lealtad mal entendida puede desembocar en las llamadas revoluciones, ejemplo de ello son las contra  revueltas que están produciéndose en el Magreb.
Pero no solo existe la lealtad debida al pueblo, si no también la lealtad a las ideas, a la ideología, a la identidad, a los militantes de los partidos políticos, ellos y no otros son los detentadores del poder de elección en los mismos, aunque en muchas ocasiones se les burla y se les ignora, se les considera prescindibles, cuando eso ocurre nos encontramos con el mismo problema, y el líder y sus acólitos responsables no pueden entonces pedir aquello de lo que ellos mismos han carecido y que en consecuencia no han tenido con los ciudadanos, con sus ideales,con su identidad, con su origen,no, no nos pueden pedir : lealtad.

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